Llevamos una temporadita dándole un empujón al trabajo de Larrazpil para ver si lo cerramos (de momento), pero no hay manera.
Nos volvemos a juntar para explorar las cavidades que encontramos hace unas semanas. En esta ocasión engañamos a Joseba para que venga con nosotros (tampoco es muy difícil de engañar, basta con decirle que hay almuerzo) y nos dirigimos hacia la primera de ellas, que es la que mejor pinta tenía.
Se trata de un embudo que se ha abierto en el suelo y que, en sus primeros 5 metros es sólo de tierra, y como los días empiezan a ser húmedos pues ya se sabe lo que le pasa a la tierra con agua. Sí, eso.
Es como una enorme trampa de una hormiga león pero que caza espeleólogos.
Te deja que bajes y cuando intentas salir es casi imposible trepar sin volver a caer al fondo.
Pese a lo épico de nuestro combate, en el fondo no había ningún monstruo. Sólo lo habitual, un pozo ciego de unos 25m que topografiamos mientras salimos desafiando a la gravedad.
La siguiente es aún más pequeña pero aun así es topografiada y… al fichero.
Y en la tercera llega la diversión. Es un pozo vertical que no hay donde equipar así que, al árbol y polea humana. Pero en el primer tramo ya hay un bloque que deja más bien poco sitio para pasar. Vamos a ello; primero meto el culo, psssss, tira, meto un brazo, mal, para atrás, meto los dos brazos, peor, para atrás, el stop a la baga y vuelta a intentar, mal….
Y empieza a llover.
- “Oye, mira, la sima no se va a mover de sitio y aquí estamos dos en la calle mojándonos”,
- "¿De qué vais?, ¿Qué os creéis, que yo no me mojo?"
- "Si lo dejamos ahora lo mismo encontramos un bar abierto para potear."
- "¿En serio?" - éste es Joseba- "y ¿a qué estamos esperando?"
Así que ahí se quedó, para el próximo día.
Lo que dijimos en una anterior entrada: “to be continued”.
Participantes: Ainhoa, Joseba y Jaime.